Con aproximadamente 4500 años de antigüedad, el dolmen de Viera, al igual que el de Menga, puede considerarse un sepulcro de corredor y, como aquél, representa una de las grandes tradiciones megalíticas de la Península Ibérica, la de la arquitectura adintelada.
Este dolmen está formado por un largo pasillo, segmentado en dos tramos, al final del cual se dispone una cámara cuadrangular, a la que se accede a través de una puerta perforada, en la que eran depositados los cadáveres y sus ajuares. Tiene un recorrido de más de 21 m y está cubierto con un túmulo de 50 m de diámetro.
Al igual que Menga, fue edificado con técnica ortostática, y cabe destacar la perfección con la que están cortados los grandes bloques de piedra empleados en su construcción, procedentes de una cantera situada a unos 500 metros de distancia, en el actual barrio antequerano de Los Remedios.
El dolmen de Viera está orientado a levante, ligeramente hacia el sureste, por lo que responde a los patrones estándares europeos. Este hecho posibilita que, en los amaneceres de los equinoccios de primavera y otoño, los rayos del sol inunden su cámara sepulcral, espectáculo que puede ser contemplado por el público, previa reserva.